Como parte del desquicio general que impera en nuestros días, la mayor parte de quienes componen la gran comunidad que rodea al deporte más popular en nuestro país (el fútbol) ha logrado imponer como natural y hasta obvia la idea de que es necesario ganar a cualquier costo. Como distintos órganos enfermos de un gran estado patológico general, tanto jugadores como entrenadores, colaboradores, periodistas, aficionados, dirigentes y demás integrantes del circo coinciden en afirmar que “ganar es lo más importante” (si no lo único importante), que “no importa cómo se juegue siempre que se gane”, que “lo que manda es el resultado”, etc etc (podríamos agregar decenas de frases hechas y clichés impresentables). Con la mayor naturalidad también, y derivado de estas cuestiones, se acepta como lógico pensar que el jugador del equipo contrario es un enemigo a quien hay que destruir, pasar por arriba y hasta “pisar” (verbo utilizado textualmente por un ex entrenador del seleccionado nacional) para conseguir el ansiado triunfo “como sea”. Sin dejar de tener en cuenta que el fútbol profesional es una actividad laboral que implica un rédito económico para todas las partes involucradas, ocurre que este muestrario de conceptos disparatados (para utilizar un eufemismo más o menos decoroso) es tan cotidiano que se torna peligrosamente habitual para nuestros jóvenes deportistas, quienes sólo reciben mensajes que alientan al odio deportivo y muestran la convivencia con el rival de turno como prácticamente imposible. Nuestro querido juego, el rugby, es doloroso decirlo, ya está contaminado por ese veneno. Fuerte como es, resiste aún la enfermedad del odio y la rabia deportiva. Tratándose del deporte de mayor y más duro contacto físico, el límite de la descarga desleal y dañina hacia el adversario se hace cada vez más difícil de manejar. La indisciplina, la violencia descontrolada o malintencionada y la deslealtad dentro de la cancha se aprecian cada vez con más frecuencia, mientras las agresiones verbales y gestuales al costado de la cancha y en el público ya no sólo no sorprenden a nadie sino que hasta tratan de ocultarse con el vil propósito de evitar sanciones o, lo que es peor, se justifican bajo pretextos inaceptables. Pero dejemos de lado en estas líneas a quienes están fuera de la cancha y sus penosas actitudes para concentrarnos en los dueños del juego: los jugadores. Ellos sólo son responsables por sí mismos, individualmente y como equipo. Y aquí es donde parece importante hacer la distinción entre jugar con agresividad y jugar con rabia. Y cuando “ganar o morir” es el código, suscita rabia y sed de sangre en los jugadores. Este tipo de enfoque, aunque a menudo consigue que los jugos de los jugadores fluyan, distorsiona por completo la ética del juego, por la cual nuestro querido rugby es un medio (para mejorar como personas en base a la humildad, el esfuerzo, el respeto, la solidaridad y la superación de la adversidad) y no un fin (ganar o destacarse sobre el otro). Además, como proyecto de competición, apesta. La rabia es una semilla, el odio es el árbol que se afirma sobre ella. Está claro: la rabia sólo puede ser enemiga. En el juego, hay que desarrollar agresividad sin rabia. Hay que conocer la frontera entre jugar duro y jugar enojado. La agresión malintencionada no vale nunca la pena. Tiene que haber otro modo (es imperioso que lo haya), un enfoque que honre a la humanidad de ambos bandos mientras reconoce que sólo uno puede salir vencedor. Un proyecto de darlo todo en la batalla, sin odio hacia el rival. Y, más que ninguna otra cosa, una visión de horizontes amplios en la competición que considere a los oponentes como partícipes, no ya necesarios, sino imprescindibles para que podamos jugar nuestro partido de la mejor forma. La tontería de “ganar es lo único que importa” es tan banal como perniciosa. Lo que importa es cómo desarrollar nuestro propio sistema de agresividad controlada para hacer lo que hacemos de la mejor manera posible y con lealtad. Porque jugar agresivamente nos enaltece. La agresividad, en este contexto, significa dinamismo, valor, riesgo y el propósito de pasar a la acción. Hemos de aprender la importancia de desequilibrar la situación y tomar la iniciativa. Atacar con y sin pelota es ser agresivo, tacklear lo más duramente es ser agresivo, tirar al rival dos metros para atrás es ser agresivo. Pisar al rival, insultarlo, gritarle, golpearlo, hacer trampas (inequívoco reflejo de la impotencia, la inferioridad y la mala intención) son sólo muestras baratas de una rabia sin razón, del resentimiento llevado al campo de juego. Y es claro que jugar con rabia nos degrada y nos hace indignos del rugby y de sus principios. “El reto del guerrero es ser al mismo tiempo bravo y gentil”, como dice un viejo proverbio de los lakota sioux. Y esta es la actitud que debe fomentarse. No hay que tomar represalias cuando el rival hace algo que no nos gusta. El rival se desarma cuando no devolvemos el golpe. Sólo es aceptable jugar dentro del reglamento, con la mayor agresividad, pero siempre dentro del reglamento, y no debemos ni pensar en traspasar ese límite ni un milímetro. La respuesta a una deslealtad no puede ser más ejemplar que un tremendo tackle o un brillante try, de manera que el rival deba darse vuelta y volver hacia su ingoal mirando el tanteador: “40 a 12… 40 a 12 vamos…” decía el querido Miguel “Negro” Iglesias (¿lo recuerdan?). “No se trata de ver quién es más áspero ni más fuerte, se trata de ver cuál es el mejor equipo”, seguía diciendo el admirado Negro Iglesias. Este estado de “futbolización” (permítaseme el neologismo) en el que se ven inmersos casi todos los deportes ha contaminado casi todo. Nuestro juego, el rugby, es quizá el que más anticuerpos tiene para defenderse. Pero, como siempre, queda claro que prevenir una enfermedad es mejor y mucho más fácil que curarla una vez adquirida. Autor:Miguel A Hernandez Fuente: San Isidro Club |
Por que El rugby élite
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viernes, 2 de diciembre de 2011
Agresividad sin rabia
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2 comentarios:
ademas del autor, sería bueno que citen la fuente, en este caso: http://www.sanisidroclub.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=2252:agresividad-sin-rabia&catid=51:articulos&Itemid=52
Ningún Problema "Anónimo". se me ha pasado.
gracias por visitar el blog y saludos cordiales.
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