EL CONTEXTO DE LA FORMACIÓN TÉCNICO-TÁCTICA
Uno de los debates de más actualidad entre los mejores expertos gira
alrededor del desarrollo del juego y la preparación del jugador. Sin entrar en
argumentos referentes a estilos de juego, el análisis del juego de alto nivel
parece evidenciar que los entrenadores se dirimen, o bien por el tipo de juego
que implica la “lectura” constante de sus jugadores, o bien por el juego
preestablecido que requiere de jugadores que desarrollen los “programas”
previstos. Estas dos nociones, a menudo, se perciben como incompatibles, por
no decir contradictorias.
Este antagonismo, dicen los entrenadores, incide directamente en la formación
de jugadores jóvenes y, posteriormente, afecta rendimiento del jugador
llegado al alto nivel. Para poder desarrollar una explicación consecuente,
preferimos centrarnos en estos dos conceptos:
· “Lectura de juego” implica que las conductas de los jugadores se
relacionan con indicadores y referencias que perciben de las acciones
simultáneas de compañeros y adversarios.
· “Juego programado” implica que las conductas de los jugadores
(normalmente en situaciones predeterminadas) son consecuencia de un
sistema particular de ataque o defensa establecido por el entrenador.
Sin pretender hacer juicios de valor relativos a la validación de estos dos
conceptos, es necesario aceptar que la eficiencia conseguida en una fase
determinada del juego es mérito de las iniciativas y de las decisiones
individuales y colectivas que toman los jugadores. En cada fase del juego
existe una coordinación imprescindible entre las conductas de varios
jugadores, que pueden ser el resultado de:
1.- Una serie de instrucciones para cada jugador o grupos de jugadores que
realizan un patrón de movimiento y posicionamiento designado para
asegurar la continuidad en una fase del juego. Este tipo de programación
puede extenderse a siguientes fases del juego, bastará con ser pacientes y
evitar precipitarse. Generalmente este tipo de conservación de balón
mantenido durante largos minutos disminuye la eficacia prevista.
A menudo nos encontramos con equipos capaces de crear situaciones de
desequilibrio favorables en un primer tiempo de juego, pero se olvidan de
cómo explotarlos. Parece difícil de validar un tipo de juego colectivo que
anula cualquier opción creativa, de iniciativa, y que limita la libertad del
jugador, especialmente cuando la incapacidad de atacar se relaciona con la
mala posición de uno u otro jugador.
Los jugadores en situaciones de “juego programado” se encuentran tan
pendientes de ejecutar lo preestablecido que olvidan de leer lo más obvio,
en especial lo referente a las reacciones de los adversarios, quienes
deberían guiar las conductas del jugador. Pero la gran debilidad se
manifiesta cuando los atacantes no son capaces de hacer lo que les permite
la oposición y, por lo tanto, de desarrollar un juego colectivo.
Un juego programado es un sistema de juego cerrado. Los jugadores se
distribuyen bajo estrictos códigos exentos de decisión táctica. La
producción colectiva se articula sobre múltiples combinaciones y patrones
de juego; lo que comporta sacrificar las habilidades y potencialidades
individuales del jugador.
2.- Un determinado programa que une diferentes fases del juego y que
establece qué conseguir, cómo hacerlo y de qué forma encadenar el juego
en acciones sucesivas, en especial cuando el estilo de juego ha provocado,
sobre la defensa, el efecto deseado (normalmente esto sucede cuando
todos los jugadores conocen la forma de lanzamiento convenida).
… O bien cuando el ataque obtiene el mejor efecto posible (que los
defensores actúen de acuerdo a la voluntad de los atacantes), entonces el
desequilibrio creado permite seguir el encadenamiento del juego.
… O cuando los defensores no siguen lo pretendido (actuación defensiva
imprevista), se abandona el programa en provecho de activar decisiones
tácticas basadas en la relación de fuerzas momentánea, ataque – defensa.
Para la mayoría de los entrenadores esta segunda opción es la que
prevalece. Puede considerarse como algo positivo y apropiado, puesto que
los jugadores se benefician de cierta libertad de cambiar, si es necesario, lo
que está previsto. Pero esto sólo puede alcanzarse cuando todos los
jugadores actúan en función de un “referencial común”. Por lo que la
función de los jugadores se ajusta dentro de un sistema “tácticamente
abierto” que siempre permite un amplio abanico de soluciones.
Aunque a pesar de la evidente menor organización, la mayor flexibilidad
táctica es más frecuente en los jugadores que disponen de un sentido
táctico especial (reconocidos como los genios del juego), que siempre se
adaptan mejor y más rápido de lo que marca el ritmo de juego. El resto de
jugadores son menos receptivos a las referencias que ofrecen los cambios,
y por ello tienden a mantenerse dentro del programa establecido; aunque
una vez se encuentran en situaciones imprevistas, su capacidad de reacción
normalmente cuando se manifiesta “ya es tarde”.
3.- De la calidad del pensamiento táctico individual de cada jugador (no del
referencial común). Dejar a cada uno su manera de actuar dentro de un
marco táctico amplio para que genere numerosas posibilidades en cada
secuencia de juego. Esto significa tener jugadores tácticamente preparados
en cada puesto, y que intervienen rápidamente en pleno desorden y
garantizan la coherencia interna necesaria para desarrollar el juego
colectivo.
En una situación ideal, uno puede imaginar que la formación del jugador
permitiera crear este tipo de juego que garantizara la existencia de las
iniciativas individuales de unos y de otros. Ciertas situaciones del juego
implican a pocos jugadores que posean las competencias tácticas y técnicas
significativas, lo que demuestra que no es un planteamiento del todo utópico.
Pero la presión del resultado incita a los entrenadores a preferir un juego con
poco margen de riesgo. Los jugadores con menores habilidades tácticas
prefieren entrar en un esquema de repertorio de juego mucho más cerrado.
De esta forma podemos encontrar dos categorías de jugadores:
· El “programado”
· El “táctico”
En este punto, parece evidente que la formación del jugador adquiere una
relevancia significativa. La cuestión reside en saber si los jugadores definidos
como “bien formados” deben ser capaces de responder a un juego basado en
la organización preestablecida, responsabilizarse de la coordinación colectiva y,
al mismo tiempo, tener licencia para desarrollar sus iniciativas individuales de
acuerdo a cómo el juego se va desarrollando.
Nuestra respuesta es sí, pero aún falta abordar la libertad de decisión que al
jugador le corresponde en la constante y permanente interacción entre
atacantes y defensores, lo que implicará que el jugador pueda relacionarse con
compañeros que tengan los mismos puntos de referencia que guíen sus
decisiones.
Cuando esto sucede, significa que el jugador es capaz de entender por qué
está haciendo lo que hace, y que sabrá como modificar lo programado en
función de los cambios. Llegados a este punto, el programa se convierte en un
medio, no en un fin.
Siendo capaces de leer el juego como una parte de un juego programado solo
es relevante cuando en su formación inicial, el jugador ha tenido la
oportunidad de experimentar todos los aspectos del juego y divertirse
plenamente en libertad, de tomar decisiones y actuar en consecuencia. Invertir
en un contexto más lúdico repercute positivamente en todas las dimensiones
del jugador (perceptiva, física, emocional, etc.) y que posteriormente le
permitirán progresar hacia el alto nivel con las herramientas tácticas
indispensables para mejorar.
Si consideramos que la formación del jugador puede establecerse alrededor de
los 6, 7 incluso 8 años, hasta los 15-16 años, tenemos las condiciones iniciales
para que un jugador “bien formado” tenga consolidadas las capacidades
básicas para poder adquirir nuevas competencias de un nivel superior. No se
debe especializar al jugador demasiado pronto. Es preferible construir unos
cimientos sólidos mediante un marco de polivalencia y actividades de
adaptación constantes, lo que le permitirá actuar más rápido, mejor e
involucrarse permanentemente en el juego. Esto significa que el entrenador
debe armar al jugador para que exprese todo su potencial de manera óptima
mediante la motivación apropiada. Si se tiende a acortar el periodo de
formación del jugador, lo lanzaremos inevitablemente en medio de un juego
que lo arrollará y le impondrá unas exigencias difícilmente alcanzables. Su
eficacia dependerá por su capacidad del dominio de la situación de juego, es
decir, de su habilidad en adaptarse a las necesidades del momento.
El reto del jugador es aprender cómo mejorar sus habilidades:
- Anticiparse a las sucesivas fases del juego.
- Realizar los ajustes correctos entre la lectura apropiada de las
situaciones, y la ejecución idónea con las habilidades técnicas
necesarias.
- Equilibrar la necesidad de producir eficacia, coherencia del juego
colectivo y la libertad individual que cada jugador debe disponer.
Para el entrenador, el desafío está en equilibrar sus propias necesidades con
la actividad del jugador:
- Saber cómo crear el nivel de práctica adecuado para ayudar al
jugador a involucrarse en situaciones de aprendizaje que lo
introduzcan en sus necesidades inmediatas y futuras.
- Saber cómo crear situaciones de aprendizaje en las sesiones prácticas
que ayuden a los jugadores a adquirir las habilidades técnicas
necesarias, habilidades tácticas y ser consciente de las posibles
elecciones de acción.
Para la organización de situaciones prácticas (número de jugadores, cómo
lanzar la práctica y posición de los jugadores, necesidades de material):
- Definir los objetivos de la práctica.
- Dar instrucciones claras a los jugadores.
- Determinar éxitos alcanzables.
La tarea del entrenador (cuando, por qué y cómo intervenir) cambiará de
acuerdo con lo bien que los jugadores desarrollen la situación presentada por
el entrenador. Esta misma referencia nos permitirá determinar un mayor o
menor nivel de exigencia.
Hoy más que nunca, las grandes cuestiones deben abordadas:
- ¿Qué tipo de juego queremos?
- ¿Qué tipo de jugadores queremos para ese tipo de juego?
- ¿Qué formación de jugadores y entrenadores necesitamos?
Por lo tanto, en el proceso de formación del jugador deberá tener en
consideración el desarrollo armónico, polivalente y simultáneo de las diferentes
áreas que determinan el rendimiento del jugador.
CAPACIDAD
TÉCNICO-TÁCTICA
CAPACIDAD
COGNITIVA
CAPACIDAD
FÍSICA
JUGADOR
DE
ALTO NIVEL
CAPACIDAD
MENTAL
Componentes del rendimiento deportivo en el jugador de alto nivel.
Fuente:Rugby Soluciones
Autor: Pierre Villepreux
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