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lunes, 13 de febrero de 2012

LA FORMACIÓN DEL JUGADOR EN EL RUGBY ACTUAL

EL CONTEXTO DE LA FORMACIÓN TÉCNICO-TÁCTICA

Uno de los debates de más actualidad entre los mejores expertos gira

alrededor del desarrollo del juego y la preparación del jugador. Sin entrar en

argumentos referentes a estilos de juego, el análisis del juego de alto nivel

parece evidenciar que los entrenadores se dirimen, o bien por el tipo de juego

que implica la “lectura” constante de sus jugadores, o bien por el juego

preestablecido que requiere de jugadores que desarrollen los “programas”

previstos. Estas dos nociones, a menudo, se perciben como incompatibles, por

no decir contradictorias.

Este antagonismo, dicen los entrenadores, incide directamente en la formación

de jugadores jóvenes y, posteriormente, afecta rendimiento del jugador

llegado al alto nivel. Para poder desarrollar una explicación consecuente,

preferimos centrarnos en estos dos conceptos:

· “Lectura de juego” implica que las conductas de los jugadores se

relacionan con indicadores y referencias que perciben de las acciones

simultáneas de compañeros y adversarios.

· “Juego programado” implica que las conductas de los jugadores

(normalmente en situaciones predeterminadas) son consecuencia de un

sistema particular de ataque o defensa establecido por el entrenador.

Sin pretender hacer juicios de valor relativos a la validación de estos dos

conceptos, es necesario aceptar que la eficiencia conseguida en una fase

determinada del juego es mérito de las iniciativas y de las decisiones

individuales y colectivas que toman los jugadores. En cada fase del juego

existe una coordinación imprescindible entre las conductas de varios

jugadores, que pueden ser el resultado de:

1.- Una serie de instrucciones para cada jugador o grupos de jugadores que

realizan un patrón de movimiento y posicionamiento designado para

asegurar la continuidad en una fase del juego. Este tipo de programación

puede extenderse a siguientes fases del juego, bastará con ser pacientes y

evitar precipitarse. Generalmente este tipo de conservación de balón

mantenido durante largos minutos disminuye la eficacia prevista.

A menudo nos encontramos con equipos capaces de crear situaciones de

desequilibrio favorables en un primer tiempo de juego, pero se olvidan de

cómo explotarlos. Parece difícil de validar un tipo de juego colectivo que

anula cualquier opción creativa, de iniciativa, y que limita la libertad del

jugador, especialmente cuando la incapacidad de atacar se relaciona con la

mala posición de uno u otro jugador.

Los jugadores en situaciones de “juego programado” se encuentran tan

pendientes de ejecutar lo preestablecido que olvidan de leer lo más obvio,

en especial lo referente a las reacciones de los adversarios, quienes

deberían guiar las conductas del jugador. Pero la gran debilidad se

manifiesta cuando los atacantes no son capaces de hacer lo que les permite

la oposición y, por lo tanto, de desarrollar un juego colectivo.

Un juego programado es un sistema de juego cerrado. Los jugadores se

distribuyen bajo estrictos códigos exentos de decisión táctica. La

producción colectiva se articula sobre múltiples combinaciones y patrones

de juego; lo que comporta sacrificar las habilidades y potencialidades

individuales del jugador.

2.- Un determinado programa que une diferentes fases del juego y que

establece qué conseguir, cómo hacerlo y de qué forma encadenar el juego

en acciones sucesivas, en especial cuando el estilo de juego ha provocado,

sobre la defensa, el efecto deseado (normalmente esto sucede cuando

todos los jugadores conocen la forma de lanzamiento convenida).

… O bien cuando el ataque obtiene el mejor efecto posible (que los

defensores actúen de acuerdo a la voluntad de los atacantes), entonces el

desequilibrio creado permite seguir el encadenamiento del juego.

… O cuando los defensores no siguen lo pretendido (actuación defensiva

imprevista), se abandona el programa en provecho de activar decisiones

tácticas basadas en la relación de fuerzas momentánea, ataque – defensa.

Para la mayoría de los entrenadores esta segunda opción es la que

prevalece. Puede considerarse como algo positivo y apropiado, puesto que

los jugadores se benefician de cierta libertad de cambiar, si es necesario, lo

que está previsto. Pero esto sólo puede alcanzarse cuando todos los

jugadores actúan en función de un “referencial común”. Por lo que la

función de los jugadores se ajusta dentro de un sistema “tácticamente

abierto” que siempre permite un amplio abanico de soluciones.

Aunque a pesar de la evidente menor organización, la mayor flexibilidad

táctica es más frecuente en los jugadores que disponen de un sentido

táctico especial (reconocidos como los genios del juego), que siempre se

adaptan mejor y más rápido de lo que marca el ritmo de juego. El resto de

jugadores son menos receptivos a las referencias que ofrecen los cambios,

y por ello tienden a mantenerse dentro del programa establecido; aunque

una vez se encuentran en situaciones imprevistas, su capacidad de reacción

normalmente cuando se manifiesta “ya es tarde”.

3.- De la calidad del pensamiento táctico individual de cada jugador (no del

referencial común). Dejar a cada uno su manera de actuar dentro de un

marco táctico amplio para que genere numerosas posibilidades en cada

secuencia de juego. Esto significa tener jugadores tácticamente preparados

en cada puesto, y que intervienen rápidamente en pleno desorden y

garantizan la coherencia interna necesaria para desarrollar el juego

colectivo.

En una situación ideal, uno puede imaginar que la formación del jugador

permitiera crear este tipo de juego que garantizara la existencia de las

iniciativas individuales de unos y de otros. Ciertas situaciones del juego

implican a pocos jugadores que posean las competencias tácticas y técnicas

significativas, lo que demuestra que no es un planteamiento del todo utópico.

Pero la presión del resultado incita a los entrenadores a preferir un juego con

poco margen de riesgo. Los jugadores con menores habilidades tácticas

prefieren entrar en un esquema de repertorio de juego mucho más cerrado.

De esta forma podemos encontrar dos categorías de jugadores:

· El “programado”

· El “táctico”

En este punto, parece evidente que la formación del jugador adquiere una

relevancia significativa. La cuestión reside en saber si los jugadores definidos

como “bien formados” deben ser capaces de responder a un juego basado en

la organización preestablecida, responsabilizarse de la coordinación colectiva y,

al mismo tiempo, tener licencia para desarrollar sus iniciativas individuales de

acuerdo a cómo el juego se va desarrollando.

Nuestra respuesta es sí, pero aún falta abordar la libertad de decisión que al

jugador le corresponde en la constante y permanente interacción entre

atacantes y defensores, lo que implicará que el jugador pueda relacionarse con

compañeros que tengan los mismos puntos de referencia que guíen sus

decisiones.

Cuando esto sucede, significa que el jugador es capaz de entender por qué

está haciendo lo que hace, y que sabrá como modificar lo programado en

función de los cambios. Llegados a este punto, el programa se convierte en un

medio, no en un fin.

Siendo capaces de leer el juego como una parte de un juego programado solo

es relevante cuando en su formación inicial, el jugador ha tenido la

oportunidad de experimentar todos los aspectos del juego y divertirse

plenamente en libertad, de tomar decisiones y actuar en consecuencia. Invertir

en un contexto más lúdico repercute positivamente en todas las dimensiones

del jugador (perceptiva, física, emocional, etc.) y que posteriormente le

permitirán progresar hacia el alto nivel con las herramientas tácticas

indispensables para mejorar.

Si consideramos que la formación del jugador puede establecerse alrededor de

los 6, 7 incluso 8 años, hasta los 15-16 años, tenemos las condiciones iniciales

para que un jugador “bien formado” tenga consolidadas las capacidades

básicas para poder adquirir nuevas competencias de un nivel superior. No se

debe especializar al jugador demasiado pronto. Es preferible construir unos

cimientos sólidos mediante un marco de polivalencia y actividades de

adaptación constantes, lo que le permitirá actuar más rápido, mejor e

involucrarse permanentemente en el juego. Esto significa que el entrenador

debe armar al jugador para que exprese todo su potencial de manera óptima

mediante la motivación apropiada. Si se tiende a acortar el periodo de

formación del jugador, lo lanzaremos inevitablemente en medio de un juego

que lo arrollará y le impondrá unas exigencias difícilmente alcanzables. Su

eficacia dependerá por su capacidad del dominio de la situación de juego, es

decir, de su habilidad en adaptarse a las necesidades del momento.

El reto del jugador es aprender cómo mejorar sus habilidades:

- Anticiparse a las sucesivas fases del juego.

- Realizar los ajustes correctos entre la lectura apropiada de las

situaciones, y la ejecución idónea con las habilidades técnicas

necesarias.

- Equilibrar la necesidad de producir eficacia, coherencia del juego

colectivo y la libertad individual que cada jugador debe disponer.

Para el entrenador, el desafío está en equilibrar sus propias necesidades con

la actividad del jugador:

- Saber cómo crear el nivel de práctica adecuado para ayudar al

jugador a involucrarse en situaciones de aprendizaje que lo

introduzcan en sus necesidades inmediatas y futuras.

- Saber cómo crear situaciones de aprendizaje en las sesiones prácticas

que ayuden a los jugadores a adquirir las habilidades técnicas

necesarias, habilidades tácticas y ser consciente de las posibles

elecciones de acción.

Para la organización de situaciones prácticas (número de jugadores, cómo

lanzar la práctica y posición de los jugadores, necesidades de material):

- Definir los objetivos de la práctica.

- Dar instrucciones claras a los jugadores.

- Determinar éxitos alcanzables.

La tarea del entrenador (cuando, por qué y cómo intervenir) cambiará de

acuerdo con lo bien que los jugadores desarrollen la situación presentada por

el entrenador. Esta misma referencia nos permitirá determinar un mayor o

menor nivel de exigencia.

Hoy más que nunca, las grandes cuestiones deben abordadas:

- ¿Qué tipo de juego queremos?

- ¿Qué tipo de jugadores queremos para ese tipo de juego?

- ¿Qué formación de jugadores y entrenadores necesitamos?

Por lo tanto, en el proceso de formación del jugador deberá tener en

consideración el desarrollo armónico, polivalente y simultáneo de las diferentes

áreas que determinan el rendimiento del jugador.

CAPACIDAD

TÉCNICO-TÁCTICA

CAPACIDAD

COGNITIVA

CAPACIDAD

FÍSICA

JUGADOR

DE

ALTO NIVEL

CAPACIDAD

MENTAL

Componentes del rendimiento deportivo en el jugador de alto nivel.


Fuente:Rugby Soluciones

Autor: Pierre Villepreux

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