Podríamos decir que el éxito de una decisión depende de detectar, evaluar y controlar el riesgo o el peligro que la misma implica. De esas tres cosas, la capacidad de detección es a menudo la más importante y siempre la más difícil. Y es importante porque sin ella, en lugar de controlar el riesgo acabamos luchando por la supervivencia cuando la crisis nos golpea. Es difícil porque requiere estar alerta ante los cambios más sutiles.
¿Qué es más intimidante: que nos pidan que resolvamos un problema o que nos pidan que averigüemos si hay un problema? Cuando en un examen multiple choice aparece como opción de respuesta “ninguna de las anteriores”, todo se complica; ninguna de las otras opciones tiene toda nuestra confianza, y el proceso de eliminación de opciones no es tan simple..
Dos o tres resultados seguidos desfavorables… ponen de manifiesto una crisis? Dos o tres partidos sin progresar en el juego… deben hacernos pensar en una crisis de nuestro equipo? La incertidumbre de determinarlo exige, sin duda, un esfuerzo que debe afrontar todo entrenador. De todos modos, saber que existe una solución que hay que encontrar es una gran ventaja, aunque a veces no la apreciemos.
Un viejo cliché nos dice que toda crisis es: peligro + oportunidad. Un momento crucial y crítico en el que hay mucho en juego y el futuro es incierto; un período de incertidumbre y sacrificios inevitables.
Toda decisión es el resultado de un equilibrio entre la oportunidad y el sacrificio; la balanza de riesgo y beneficio. Pero ocurre que las crisis a veces exigen decisiones atípicas. Claro que la cantidad de métodos para hacer algo mal siempre supera a la cantidad de métodos para hacerlo bien. Y eso lleva a los dos peligros habituales: por un lado, en una situación de tensión o de crisis es sin duda perjudicial dejar que la tensión persista; y por otro lado, el peligro que reside en tratar de evitar la crisis, lo cual suele significar únicamente posponerla.
Así, los problemas surgen cuando las opciones se transforman en un modo de posponer decisiones inevitables. Las decisiones difíciles son como las curvas peligrosas: nos avisan con suficiente anticipación, de modo que estemos preparados para enfrentarlas. Y es que, en el ámbito deportivo, nada sucede de repente.
Las decisiones simples, en cambio, son como una ligera curva: apenas la resolvemos sobre la marcha al llegar a ella.
Cuanto más difícil es ver la diferencia cualitativa entre las opciones, más posibilidades hay de que la situación se escape de nuestro control. Si bien toda decisión oscila entre arriesgar o jugar sobre seguro, con todas sus gamas intermedias, lo más importante, quedó dicho, suele ser darse cuenta de la necesidad de tomar decisiones en lugar de, simplemente, dejar que las cosas fluyan.
Provocar las cosas es mejor que soportarlas, generar circunstancias es mejor que padecer circunstancias que otros generan.
“Nadie se baña dos veces en el mismo río”, decía Heráclito. De igual modo, nada será igual en el futuro si quienes tienen la responsabilidad de decidir eligen imitar al avestruz o mirar para otro lado; al cabo, flotar en la complacencia es tan aburrido como indigno.
Autor:Miguel A. Hernández
Fuente:sanisidroclub.com.ar
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