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sábado, 17 de diciembre de 2011

La Concentración

Permanentemente escuchamos en el ambiente que rodea al rugby (y al deporte en general) hablar sobre la concentración. Que “tal equipo estaba más concentrado que el otro”, que “tal jugador se desconcentró”, o que tal otro “jugó muy concentrado”. Es muy común escuchar a entrenadores que arengan a sus jugadores en la charla previa al partido con frases como: “mantengamos la concentración durante los ochenta minutos!!”
Lo que no es tan frecuente es que les expliquen a sus jugadores cómo lograrlo, o al menos cómo intentarlo.
Un partido de rugby pone a los jugadores que participan en él frente a una sucesión permanente de estímulos de todo tipo: la pelota y su recorrido, los rivales y sus movimientos, golpes, caídas, público, variaciones en el marcador, desafíos o duelos individuales, agrupamientos de jugadores, etc.
Además, el rugby es un juego en el que suele haber grandes diferencias entre los jugadores respecto del contacto que tienen con la pelota: hay jugadores que a lo largo del partido tocan la pelota sólo un par de veces. Siendo por supuesto la pelota un objeto convocante, la falta de contacto frecuente con ella puede distraer a un jugador que no tiene el adecuado foco de atención.
Es por eso que el foco de atención dentro de un partido de rugby no es el mismo para todos los jugadores, ni para un mismo jugador en diferentes momentos del juego. Así, distintos puestos o roles requieren de distintos tipos o focos de atención.
La concentración se trata precisamente de eso: de poder dirigir el foco de atención hacia donde corresponde (una tarea, una situación determinada, un lugar determinado), mantenerlo allí mientras sea necesario sin permitir que nada interfiera, y ser capaz de re-direccionarlo hacia donde se necesite y cuando convenga.
En dos palabras, la concentración es atención dirigida.
Para entender de qué se trata esto, comencemos separando las dos “dimensiones” de la atención (concepto introducido por R. Nideffer). Ellas son la amplitud y la orientación.

La amplitud de la atención es la extensión del estímulo que requiere de nuestra atención, o sea, “lo que abarca”: “mucho” o “poco”. Entonces, de acuerdo a su amplitud, la atención puede dividirse en:
· Estrecha o focalizada: está centrada en uno o dos estímulos nada más, que predominan netamente sobre el resto. No hay dispersión ni superposición de estímulos. Figuradamente, es como si fuera la precisión o nitidez con la que uno observa las cosas (“el árbol”).
· Amplia o global: percibe varios estímulos o sucesos simultáneamente, todos influyentes o importantes para la tarea a desarrollar. Es dispersa y extensa. Figuradamente, es como si fuera el campo visual, la panorámica que uno tiene sobre las cosas (“el bosque”).

La orientación de la atención está referida al lugar desde donde proviene el estímulo que demanda nuestra atención: fuera de nosotros o en nuestro interior. Entonces, de acuerdo a su orientación, la atención puede dividirse en:
· Externa: los estímulos que generan nuestra atención provienen del exterior; de elementos o cosas que están delante o a nuestro alrededor. Son reales, concretos y tangibles.
· Interna: los estímulos que generan nuestra atención provienen de nuestro interior; de nuestros pensamientos, de nuestros recuerdos o sentimientos personales. Son estímulos abstractos, no tangibles.

Uniendo y mezclando las dos dimensiones de la atención, surgen claramente cuatro tipos diferentes de focos de atención. Y los cuatro tienen injerencia permanente sobre los jugadores durante el desarrollo de un partido.
· Atención externa-amplia: es la necesaria para evaluar rápidamente una situación determinada. Cuando un medio apertura recibe una pelota comprometida debe rápidamente chequear todo lo que ocurre a su alrededor (presión de los rivales, opciones de pase, espacios detrás de la defensa para efectuar un kick, etc) para, en un “golpe de vista”, hacerse una clara composición de la situación que afronta y tomar la decisión adecuada en consecuencia. Este es un claro ejemplo del uso del foco de atención amplio y externo. Está claro que, si bien este foco de atención puede ser usado por cualquier jugador, suele ser más utilizado por jugadores que tienen más contacto con la pelota, por los creadores de juego o tomadores de decisiones.
· Atención externa-estrecha: es la que se necesita para centrarse en una tarea concreta, personal, con precisión y responsabilidad. Cuando un pateador va a patear a los palos, su atención debe estar exclusivamente orientada hacia el lugar donde hará contacto su botín con la pelota y en el espacio entre los postes, hacia donde debe dirigirla. No debe existir nada más que eso, no debe mirar nada más, nada debe interferir en esa tarea. Cuando un pilar está por formar un scrum, toda su atención está puesta en “ganarle la entrada” al pilar rival; cómo y dónde hará contacto con él, dónde colocará su cabeza, etc, y cómo sacar ventaja de esa situación. Estos son dos ejemplos bien distintos entre sí, pero ambos nos muestran con claridad en qué consiste la atención externa y estrecha. Absolutamente todos los jugadores de un equipo, no importa el puesto que ocupen o el rol que desempeñen, deben poder ejercer este tipo de atención en el momento que sea.
· Atención interna-amplia: es la más empleada para analizar y planificar. Proviene, como se explicó, de la propia mente; en este caso, el rápido análisis de una situación en nuestra mente puede modificar una conducta. Un jugador puede decidir cambiar una jugada porque un rápido repaso mental le recuerda que la misma jugada no le dio resultado al emplearla minutos antes. Ese mismo foco de atención le puede hacer modificar una conducta o un tipo de juego debido a que sabe que falta muy poco para terminar el partido. Un jugador con este tipo de atención bien desarrollada es un buen estratega, es alguien capaz de cambiar sobre la marcha según las circunstancias.
· Atención interna-estrecha: es la más necesaria para ensayar una próxima ejecución de una destreza o una maniobra en particular, y a la hora de controlar emociones. Es la que más se usa para “meterse en el partido” en el vestuario, en el que cada jugador se prepara “dándose manija”, generando en su cabeza pensamientos positivos sobre éxito en su tarea. En este tipo de atención, técnicas como la visualización o la imaginería tienen gran utilidad si son empleadas correctamente. Uno se prepara para el primer tackle, para la primera pelota en las manos, etc, viéndolo “en su mente”. Este foco de atención, sin embargo, es el que alberga los temores, las dudas y las inseguridades.

La pérdida de concentración ocurre simplemente por desviar el foco de atención hacia uno inadecuado para la situación que se enfrenta. Además, queda claro que la atención debe estar puesta exclusivamente en la tarea o situación presente y nunca debe desviarse hacia situaciones pasadas ni hacia lo que aún no ha ocurrido.
Es importante tener la capacidad de cambiar el foco de atención de un lugar a otro si la tarea lo requiere (en el rugby, el foco de atención cambia permanentemente); pero esto debe ser hecho con absoluto control y dominio. Si un centro en defensa se prepara para tacklear al centro rival, y su foco de atención (estrecho-externo) se desvía hacia pensamientos negativos originados en el hecho de que falló las últimas dos veces que intentó detenerlo (foco de atención estrecho-interno), está cometiendo dos errores que podrán traer consecuencias no deseadas: primer error, dejó de usar el foco de atención que requiere su tarea; segundo error, ocupa sus pensamientos en hechos pasados (los tackles que falló antes).

Como en todos los órdenes, es bueno conocer y reconocer a los enemigos de la concentración. Ellos son:
· La atención a sucesos pasados (errores anteriores, rivales anteriores, malas actuaciones, antecedentes del rival, etc.).
· La atención a sucesos “futuros” o hipotéticos (“… y si no meto este penal?”; “…no creo que tengamos tiempo de empatar…”; “…ahora salen con todo y nos pasan por arriba…”, etc.).
· La atención a demasiadas señales no útiles (el público, el entrenador, los fallos del referee, etc.).

También hay elementos que pueden servir de ayuda para concentrarse o para retomar la concentración perdida:
· Automensajes:
-positivos: son como mini-instrucciones que se da uno mismo, preelaboradas (“…calma …”, “…enfocado…”, “…este es mío…”).
-negativos: son como mini-órdenes para evitar errores(“…no aflojes…”, “…no fallo, no fallo…”).
· Palabras-gatillo (trigger-words): sirven para varias cosas: para iniciar una acción, para re-enfocarse, para mantener o aún aumentar el esfuerzo, para motivarse o animarse, para eliminar pensamientos negativos. Cada uno tiene y crea las suyas, y es bueno que sólo uno mismo las conozca.
· Desarrollar rutinas o ritos: sirven para la concentración previa al partido, para meterse en el partido ya en el vestuario o aún antes. Mientras más tiempo lleve un jugador concentrado al empezar el partido, más difícil es que pierda su concentración durante el mismo.
· Entrenar en presencia de distracciones. Esto ayuda a acostumbrarse a ellas durante el partido.
· Entrar a la cancha donde se jugará el partido antes de ir al vestuario. Tomar nota del clima, la ubicación del sol, el ruido existente, el pasto, las tribunas y el entorno, etc. Mientras más completa y exacta sea la referencia del lugar, más fácil es crear las imágenes positivas en la mente, y más fieles a la realidad serán éstas.
· Finalmente, y directamente relacionado con lo anterior, el recurso de la imaginería y la visualización, que es de máxima importancia.
Fuente:sanisidroclub.com.ar
Autor: Miguel A Hernandez

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