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martes, 13 de diciembre de 2011

Los “tiempos” y “momentos” de un partido - 2º parte

El último tramo del partido
En el tramo final de un partido (sobre todo si es parejo en el resultado) suelen observarse algunas o varias particularidades:Los equipos suelen cambiar su forma de jugar (para tratar de revertir un resultado adverso o para cuidar un resultado favorable), tomando más riesgos el equipo que va abajo en el marcador, jugando con más cautela y haciendo un juego más controlado el equipo que va arriba en el marcador. En igual sentido, los equipos suelen cambiar el ritmo o velocidad de su juego; acelera el ritmo el que va abajo, y trata de hacer el juego más pausado e interrumpido el que va arriba. Es por lo tanto el momento del partido en el que los equipos desarrollan el juego en forma más opuesta entre sí: uno acelera, varía los canales de ataque, arriesga, trata de mantener la pelota viva; el otro se repite, usa fases cortas, seguras, más lentas, en resumen: trata de “bajarle la cortina” al partido.

Además, en partidos con el resultado parejo hasta el final, algunos jugadores pueden empezar a sentir ansiedad, inseguridad, incertidumbre sobre el destino del partido; el que va ganando, por temor a perder sobre el final; el que va perdiendo, por no poder revertir el resultado adverso.

Es el momento del partido en el que una decisión equivocada o una elección táctica errónea puede ser irreversible; puede no haber margen para corregirla o recomponer la situación. Si bien lo valioso de tomar decisiones acertadas es algo vigente durante todo el desarrollo del partido, en finales “apretados” la importancia de las decisiones tácticas se potencia. No hay retorno para los errores de decisión cometidos en el tramo final. Es fundamental, en estos momentos, jugar “con el reloj en la cabeza”, teniendo una noción real del tiempo que falte por jugar. La pareja de medios, el capitán y los entrenadores son especialmente responsables de saber en todo momento cuánto falta por jugar.

Además, en el último tramo del partido pueden tener su influencia otros factores, como la fatiga o el cansancio físico. Aunque parezca raro, el jugador siente más cansancio o agotamiento cuando faltan diez a quince minutos que cuando sabe que sólo faltan dos o tres, ya que en ese momento predomina su mente, que ordena a su cuerpo usar el “tanque de reserva” para mantener o incluso incrementar el ritmo de su juego.

Finalmente, la presión del entorno, tanto del público como del grupo de entrenadores o asistentes cercanos al equipo, con indicaciones o simplemente transmitiéndoles la ansiedad que ellos también sienten desde afuera de la cancha, también ejerce su influencia en los minutos finales. “Nuestro momento” Es ese pasaje del partido en el que al rival no le sale nada y a nosotros todo; el rival se desconcierta y desconcentra, y nosotros nos “agrandamos”.

Muchas son las circunstancias que pueden hacernos confirmar un momento favorable: cuando veníamos perdiendo holgadamente y nos acercamos mucho en el marcador, hasta incluso darlo vuelta a nuestro favor; cuando notamos que el equipo rival comete imprecisiones constantemente o tiene fallas de coordinación o de comunicación; cuando percibimos nervios o desinteligencias entre ellos; cuando marcamos muchos puntos seguidos en relativamente poco tiempo; cuando nos salen perfectas dos o tres jugadas seguidas; cuando sacamos una ventaja importante a los pocos minutos de juego; cuando el equipo rival domina el juego pero no logra reflejar ese dominio en el tanteador (en este caso, domina el juego pero no nos domina a nosotros); cuando el rival desperdicia claras situaciones de try; cuando el partido se juega al ritmo que imponemos nosotros; cuando le robamos algunos line outs o scrums seguidos a nuestro oponente; cuando el rival no logra poner el juego lejos de su campo ni siquiera con el pie; y a cambio recibe un ataque nuestro renovado y constante con las pelotas que dejan adentro, etc, etc.
De todo esto se deduce que el equipo que está en “su momento”…… si tiene la pelota, marca puntos (aprovecha “su” momento).… si no tiene la pelota, de todos modos el rival no logra marcarle puntos (impide que el rival aproveche lo que debería ser “su” momento-el del rival-).

Es importante aprender a reconocer y manejar nuestro momento favorable, una vez que lo hemos detectado: si estamos en posesión de la pelota: atacando con confianza, aprovechando esa racha transitoria; intentando hacer alguna de esas jugadas “planeadas” que suelen practicarse en los entrenamientos para usar en alguna ocasión (esta es “la ocasión”); aumentando la confianza entre los jugadores, reforzando la comunicación positiva, alentándose unos a otros; incrementando el ritmo del juego, tratando de mantener la pelota viva lo más posible, sin darle al rival la posibilidad de tomarse un respiro.

Si quien tiene posesión de la pelota es el rival: con actitud agresiva para defender; intentando (sin descuidar la organización defensiva) alguna intercepción por leer bien el ataque de un rival que está impreciso, para que lo desanime y preocupe: tiene la pelota pero no puede definir; maximizando la atención: tratar de aprovechar los errores de manejo del rival para lograr recuperar la pelota y contraatacar; dominando psicológicamente al rival: que aún sin tener la pelota, cada jugada termine con nuestro equipo más adelante en el terreno (esto es avanzar sin la pelota, por presión defensiva). El equipo que tiene la pelota pero no logra avanzar pierde confianza; sus jugadores empiezan a hacer intentos individuales o cosas que no están habituadas a hacer; ese es buen momento para recuperar la pelota y contraatacar exitosamente.

“Cuando no nos sale ni una” Esta es la situación inversa a la anterior. Todo sale mal; ya no sólo no sale lo planeado, sino lo básico: se nos cae la pelota, los pases son malos, perdemos situaciones claras de try en el último instante por errores de manejo. No logramos superar a la defensa rival y, si lo logramos, perdemos la pelota por errores propios no forzados. Estamos imprecisos en el line out, nos giran el scrum fácilmente, etc, etc.

Vamos perdiendo confianza, el tiempo pasa y nos vamos poniendo tensos y ansiosos porque no nos salen las cosas. Para colmo, al equipo rival parece salirle todo bien: pelota que consiguen, la aprovechan.

En esta situación, es lo recomendable: no perder la confianza en nuestras habilidades y destrezas; no enojarse ni con uno mismo ni con los compañeros (con eso lo único que se logra es perder la concentración, “desenfocarse”); bajar el ritmo de nuestro juego y del partido (desacelerar, tratar de evitar que el partido tome un ritmo que no estamos en condiciones de manejar en este mal momento); jugar más corto, no tirar salteos, no jugar con el pie en forma arriesgada (sombreros, etc), es decir: jugar a lo seguro “hasta que pase la tormenta”; jugar “lo básico”, no intentar jugadas preparadas o muy elaboradas; usar el eje profundo con fases cortas y desplegar el juego en circunstancias más favorables y seguras que lo habitual para el equipo; nunca jugar “a no perder”, ni con temor a cometer errores. Eso hace que el foco de atención deje de ser externo (correcto) para pasar a ser interno (incorrecto); nunca demostrarle al rival que tenemos problemas. Mostrar siempre absoluto control de la situación (ser perfectos “actores” en disimular que las cosas no están saliendo como queremos).

En definitiva, sólo se trata de hacer el juego más seguro para ese momento no favorable del partido.
Fuente:Sic.com.ar
Autor:Miguel A Hernandez.

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