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miércoles, 22 de febrero de 2012

Un partido que cambió la historia


Sudáfrica, 1995; poco tiempo después del Apartheid. Nelson Mandela. Los Springboks y la RWC como medio para unificar una nación dividida por años de odio, rencor y segregación. En esta nota, conocé detalles del partido más importante de la historia de la humanidad.


El deporte como espectáculo masivo moviliza a millones. Esto bien lo saben los especialistas en mercadotecnia, quienes aprovechan para comercializar con la pasión por los colores de los hinchas. Detalles que también los supieron desde antes los dictadores, casos testigos: los Juegos Olímpicos de Berlín de Hitler y el Mundial 78 de Videla. Se hacen negocios trillonarios y se lo utiliza políticamente de la forma más oscura. Sin embargo, existió un momento en el que el deporte, como show, fue el medio para lograr unir a una nación que siempre había estado dividida por el odio racial.

Corría 1995. En Sudáfrica hasta hace poco regía el siniestro Apartheid instaurado por la minoría blanca. Nelson Mandela, luego de 27 de años de encarcelamiento, había ganado en el 94 las primeras elecciones democráticas de la historia de su nación y estaba obsesionado con hacer de Sudáfrica el país de todos: blancos y negros. Para lograrlo, tenía la certeza de que el deporte moviliza las emociones de la gente de una manera que ningún político puede hacerlo y, justamente en 1995, su tierra iba a ser sede del Mundial de Rugby.

“¿Qué es lo que más les importa a los blancos? ¿Su religión? ¿Su Dios? Sí, pero también el rugby. A ver si somos capaces de utilizar esa pasión para unificar el país”, se propuso Mandela. Pero había un obstáculo importante: ese era el deporte exclusivo de los blancos. El sudafricano negro lo detestaba y lo consideraba un símbolo del opresor, al mismo nivel que la bandera y el himno. Entonces ¿cómo se podía cambiar esa percepción?

Faltaba un año para el torneo cuando sonó el teléfono de Francois Pienaar, capitán de los Springbocks, la selección sudafricana. Era nada menos que Nelson Mandela que lo llamaba para solicitarle su ayuda para lograr que la gente de color se identificara con el equipo nacional. Pienaar entendió el mensaje y el plantel aprendió un nuevo himno, en lengua xhosa. Era el himno que se cantaba en las protestas de los oprimidos contra el opresor.

Una vez comenzada la Copa, y pese al esfuerzo de ambos, el rugby no logró prender en el corazón de la mayoría negra hasta la final contra Nueva Zelanda. Ese partido se siguió con devoción en los bares de Soweto, a pesar de que entre los 15 sudafricanos sólo había un negro. Esa mañana, Mandela estaba inquieto por algo más trascendente que un resultado deportivo y por la tarde, enfundado en la camiseta verde de Pienaar, apareció en el Ellis Park, desbordado por 72 mil espectadores, 95 por ciento blancos, que rompieron a gritar: “¡Nelson, Nelson!”.

“En ese momento nos dimos cuenta que había un país entero detrás nuestro, y que este hombre tuviera puesta la camiseta de los Springboks era un símbolo, no sólo para nosotros, sino también para toda Sudáfrica, de que tenemos que unirnos, y tenemos que unirnos hoy”, rememora Pienaar.

Sudáfrica terminó ganando el partido, en una final épica, por 15 a 12. “Jugamos para Mandela”, confesaron los jugadores. “Gracias por lo que han hecho por nuestro país”, le dijo el presidente a Pienaar. “Esto no es nada comparado con lo que ha hecho usted por nuestro país”, le respondió el capitán. Esa imagen de Mandela y Pienaar con la copa, es nada menos que la del final del Apartheid y el odio racial.

Jonah Lomu, la figura de Nueva Zelanda y el Jugador del Torneo, dio la mejor visión de ese momento histórico: “Ellos tenían a Nelson Mandela de su lado, tenían finalmente un país unido después de años de lucha… ese día todos estaban unidos”. Mandela había ganado el partido más difícil de todos.


Fuente:Rugby Fun(Román Ciprián Kowalski )

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